El fracaso escolar de muchos niños fue lo que llevó la atención hacía los aspectos emocionales del conocimiento, que si un niño tiene un CI muy alto por ejemplo de 170 y no tiene un buen rendimiento escolar es que lógicamente debe de haber otros elementos importantes que estén interfiriendo en su proceso de aprendizaje…, aquí el factor podría ser el aburrimiento.En el caso de emociones que interfieren en el aprendizaje están, por ejemplo, aquellos niños que tienen depresión, una emoción que produce una baja activación... En este caso sus expectativas, sus ideas de sí mismos y las creencias en sus propias capacidades están muy mermadas. Cuando un niño tiene desesperanza sobre su capacidad escolar no se plantea metas y, si lo hace, no confía en su consecución; por tanto desciende su esfuerzo, interés y activación.la emoción facilita el aprendizaje, pero si se da intensa o patológicamente lo dificulta.Nacen con afectos positivos y negativos, tres emociones básicas: miedo, alegría e ira.Poco a poco van construyendo las emociones más complejas, de modo que hacia los 7 años su mundo emocional es comparable con el del adulto en lo que se refiere al conocimiento y regulación; sin embargo, experimenta la emoción con mayor intensidad.Los niños, en las primeras etapas de su vida, están vinculados emocionalmente a unas personas de referencia que son las que les cuidan, alimentan, juegan con ellos y les quieren. Cuando comienzan la escuela transfieren a la figura de sus maestros ese vínculo sentimental que les llevarán a desempeñar correctamente las tareas que se les encomiendan. El afecto positivo de los niños hacia el profesorado es una garantía de adaptación a la escuela y la herramienta fundamental para lograr su motivación al esfuerzo y al trabajo, ambas esencias del éxito en la escuela.Por todo esto es esencial cuidar el vínculo entre maestros y alumnos en todos los niveles de enseñanza. Está demostrado que el apoyo del maestro puede ayudar eficazmente a la recuperación académica de los niños emocionalmente afectados. La educación emocional del maestro debe abarcar no solo el conocimiento de las emociones de sus alumnos, sino también las propias para poder manejar ambas adecuadamente.Por su parte, los alumnos tienen que reconocer sus estados emocionales para poder contratarlos en su intensidad y dirigirlos a las metas adecuadas. En definitiva, la promoción de una actuación emocional equilibrada y la detección de emociones negativas que impidan el aprendizaje son metas a conseguir en la escuela. El control emocional es la herramienta que ayuda a encontrar ese equilibrio, que promociona el rendimiento, por un lado, y la implicación del niño en la escuela, de otro.
jueves, 27 de mayo de 2010
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